EL
OCTAVO PASAJERO
Hay
gente que se piensa que ir de pasajero en un coche consiste, simplemente,
en subir, sentarse al lado del conductor e ir mirando el paisaje y,
como máximo, conversar o fumar un pitillo.
No es tan sencillo. Es decir: puede ser tan sencillo, pero, después
¿Dónde estaría la gracia de que te llevaran en
coche?.
La primera norma - lo dice en internet y si lo dice en internet es
palabra sagrada - consiste en, solo entrar y sentarte, tomar posesión
de los controles del cuadro de mandos. Como mínimo, de los
que tienes a mano. Si la calefacción está encendida,
bajarla, o subirla, o apagarla. Si no está encendida, encenderla.
Haz lo mismo con el aire acondicionado. Si está encendido,
bájalo, o súbelo, o apágalo. Si no está
encendido, enciéndelo. Modifica también el volumen de
la radio. Con una mueca de desagrado, bájala tanto que resulte
inaudible. O súbela tanto que retruñe. Lo que calcules
que pueda ser más enervante para el conductor. Puedes, incluso,
hacer girar el botón y, cuando ya hayas empezado a hacer resonar
el dial, pregunta: "¿Te importa si cambio de emisora o
de canción?". Evidentemente, si hay retrovisor en el lado
de tu ventana, muévelo como te parezca. Está ahí
para ti: porque tú, solo tú, puedas ver con facilidad
como la carretera queda atrás.
Vaya el conductor por el carril que vaya, dile que iría mejor
por el carril de al lado. En el preciso instante que cambie de carril
y comprobéis que de hecho este es más lento y que iría
mejor por el de antes, remuga y díselo. Cuando haya vuelto
al carril de antes, dile inmediatamente que debería cambiarse
a aquel otro de más allá.
Si el conductor no fuma, enciende inmediatamente un pitillo. Aprieta
el encendedor del coche, y, seguidamente, olvídate y enciende
el pitillo con tu propio mechero. En cambio, si fuma, míralo
con mala cara, agita la mano delante de la nariz para apartar un humo
inexistente y tose de manera falsa y repetida.
Señala a la izquierda y dile que gire a la derecha. Y señala
a la derecha y dile que gire a la izquierda. En cualquier otro caso,
di siempre una cosa diferente del que supuestamente quieres decir,
y, cuando se confunda y se equivoque, grítale. En una bifurcación,
dile que siga todo recto. Cuando pregunte si todo recto quiere decir
la carretera de la derecha o la de la izquierda, dile: "Todo
recto! ¿Es que no sabes que quiere decir todo recto?".
En el semáforo, justo a la milésima de segundo que la
luz haya virado al verde, gírate hacia él con cara de
asco: "Eh! Que ya está verde!". Y, si tiene que girar
a la calle siguiente, espera que no esté a tiempo de girar
para, después, informarle que era precisamente por aquella
calle que debía girar.
Dile siempre que vaya más despacio. O más deprisa. O
alterna las dos cosas. Cuando adelante un coche, dile: "No vayas
tan rápido!". Aunque solo vayas a 110 quilómetros
por hora por la autopista. Cuando por ciudad haya tanto tráfico
que no se pueda ir a más de 20 por hora, dile: "¿Es
que no puedes ir más deprisa?".
Avísalo de cada señal de tráfico que aparezca,
de la velocidad máxima, la mínima, la recomendada...De
las indicaciones para camiones, bicicletas o tranvías, de los
baches (sobretodo cuando ya hayáis pasado por encima; "Vigila!
Un bache!"), de todos y cada uno de los desvíos, de las
paradas de autobús, de la posibilidad de vacas cruzando la
carretera, de la proximidad de una rotonda y de la obligación
consiguiente de ceder el paso. Y, siempre que veas un coche en una
carretera lateral, parado, esperando pacientemente la oportunidad
de entrar en la carretera por la cual circuláis, grita: "Vigila!
Un coche!" Y tensa el cuerpo hacia detrás, con cara de
terror, mientras clavas el pie en el suelo, como si tu también
tuvieras un pedal de freno. Y, sobretodo, no toleres, bajo ningún
concepto, que te recuerde que aún no has conseguido sacarte
el carné de conducir!!.
JORDI
GARROTADA SMITH
SUEÑO NÚMERO 1. PERRO ANASAGASTI.
Soy
una de esas personas que tienen mucha facilidad para recordar lo que
han soñado la noche anterior. Supongo que todos los que lean
esto y les pase lo mismo estarán de acuerdo conmigo en que,
en muchas, la mayor parte de las ocasiones, los sueños están
cargados de escenas sin sentido, cambios de escenario, de situación
e incluso metamorfosis de unos personajes en otros. Desde hace mucho
tiempo venía planteándome transcribir los sueños
más graciosos o curiosos que tuviera, y así podría
aprovecharlos para escribir pequeñas columnitas o relatos en
fanzines (permitiéndome adornarlos un poco) y salir del paso
cuando algún conocido me pedía colaborar en su publicación.
¿Le interesará a alguien todo lo que voy a contar? No
lo sé. De hecho lo dudo bastante, pero allá voy. Hoy
tienes ante ti la primera entrega de sueños curiosos de Guelo.
Lo voy a titular EL PERRO ANASAGASTI.
Estaba
yo tranquilamente tomándome una cerveza en el bar de Moncho.
El bar de Moncho ese día estaba situado en una calle cercana
al casco histórico de alguna cuidad. Suelo adoquinado. Edificios
de ladrillo viejo. Un ambiente familiar y agradable. Un bar oscuro,
y estrecho, con la barra en el lado izquierdo y unos pocos escalones
que subían hacia la calle. No recuerdo por qué motivo
salí. Era un día un poco lluvioso y la gente se refugiaba
en los portales de algún chaparrón pasajero.
Apenas
doblé un par de esquinas cuando oigo un pequeño alboroto
detrás de mí. Casi no tuve tiempo de darme la vuelta
cuando vi correr hacia mí a una familia al completo: padre,
madre, hija, abuela (según recuerdo) y un perrito de estos
muy lanudos de color gris. Aparentemente venían hacia mí.
Apenas tuve tiempo de reaccionar cuando me di cuenta de que el perro
me estaba clavando los dientes en el codo derecho. Según pude
deducir entre el griterío de la familia y la confusión,
habían tenido algún problema con alguien y le iban persiguiendo
con ayuda del perro. No recuerdo cuál era el problema en concreto.
Algo me suena de un problema de tráfico o un robo. Como el
sueño es mío y lo cuento como quiero, pues me quedo
con que les habían roto algo en el coche, que lo tenían
aparcado.
Figúrate.
Yo allí, en medio de la calle, sin comerlo ni beberlo, con
un perro clavándome los dientes, con una familia gritándome
alrededor, con curiosos que pasaban por allí
Al fin se
pudo saber que todo era un malentendido. El perro iba persiguiendo
al señor que les había hecho algo en el coche (al que
a partir de ahora llamaré Malhechor) gracias a su olfato. Desgraciadamente
(para mí, porque para el Malhechor fue toda una suerte) el
Malhechor y yo habíamos estado en el bar de Moncho y, claro,
olíamos a tabaco los dos y el pobre perro nos había
confundido.
Aclarado
el malentendido la familia al completo corrió a buscar una
ambulancia para que viniera a curarme mis heridas. Bueno, la familia
al completo no, que el perrito de marras se quedó colgando
de mi brazo. En esto que ya me empiezo a fijar, y el perro estaba
bastante calvo, se le veía el cartón bastante. El pobre,
para disimular, se peinaba a lo Anasagasti. Es decir, se dejaba largo
el pelo de un lado de la cabeza para echárselo sobre la calva.
Lo empecé a comentar con los curiosos que cotilleaban. Alguien
que también se dio cuenta preguntó por la edad del perro,
a lo que éste contestó que tenía cincuenta años.
Otro preguntó que si cincuenta años de edad perruna
equivalente o de años de verdad de los de las personas. Contestó
el perro (que a todo esto, para poder hablar me había soltado)
que no, que no, que cincuenta años de los de verdad, de los
de las personas. Claro, nos quedamos todos muy sorprendidos porque
los perros, normalmente, con quince años van que chutan, y
éste había aguantado muchísimo. Además
que se conservaba muy, muy bien. Que corría mucho (y menudos
bocados soltaba). Se me ocurrió comentar lo de su peinado y
entonces el perro ya no tenía cara de perro sino cara de señora
mayor (yo ya no recuerdo si igual era hasta la cara de mi madre o
algo) y me dijo que no, que no iba como Anasagasti, sino que iba como
no sé quién de Las Chicas de Oro. Todo esto mientras
se atusaba el flequillo.
Total,
que no sé cómo acabé escabulléndome de
allí y volví al bar de Moncho a contárselo a
la gente. Lástima que entré y no había ningún
habitual. Lo que sí había era bastante gente de ésta
que hace bastante tiempo que no ves, y me quedé tomando una
cervecilla con ellos, a ver qué vas a hacer.
GUELO