Los que nos vais siguiendo la pista ya conoceréis nuestro afán de convertir el programa semanalmente en una reunión distendida en torno a la música. Resulta tarea complicada seguir adelante con la sonrisa puesta en los tiempos que corren, pero aquí tratamos de hacerlo, intentando no perder el sentido del humor y la ilusión. Por ello, en una fecha significativa como el 14 de noviembre de 2012, después de haber recorrido las calles, no podíamos hacer simplemente un programa más de Tímpanos y Luciérnagas. A medio camino entre los servicios mínimos y la huelga a la japonesa, este programa y todas las canciones que suenan en él tienen un leitmotiv: la revolución. Como concepto, como motor de ideas felices, como fuerza que puede cambiar cosas…

Estamos en una época de falsa democracia, de dobles raseros, de palabras vacías y promesas incumplidas. Hemos invertido nuestro dinero y esfuerzo en mantener un sistema defectuoso, que deja poco margen al cambio. A los que dicen que para darle un giro a las cosas ya tenemos las urnas les diríamos que están siendo reduccionistas, quedándose cortos, nuestro amigo Cascales suele expresar muy bien con una triple negación su desacuerdo con las cosas (¡NO, NO Y NO!). En mayúsculas, como mayúsculo es nuestro descontento con los que tienen que orientar el barco España a buen puerto. Y el cabreo no es gratuito, siguiendo con el símil naviero, es difícil quitarse de encima la sensación creciente de que nos capitanean con la misma responsabilidad que al Costa Concordia. No estamos frivolizando al decir esto, sabemos que en este barco hubo muertos, familias que perdieron a sus seres queridos…En el barco España también los hay. La connivencia política con los bancos genera injustos deshaucios, provoca frío, incluso suicidios de (seres humanos) hipotecados por desesperación ante su incierto futuro. Llueven los golpes reales, las agresiones al mobiliario urbano, las actuaciones excesivas de piquetes «informativos» y la brutalidad policial en las huelgas y manifestaciones varias. Al respecto de estas, solo funcionan a ratos, cuando toman forma de respuesta pacífica y valiente a la opresión económica y social. Lástima que se polaricen tanto desde dentro y que se sigan apropiando de su «éxito» desde todos los frentes, correspondientemente identificados con su banderita de turno.