El Funtastic Dracula Carnival, un festival divertido, bizarro y con criterio, que se realiza en la mejor ciudad del mundo para divertirse sin complejos, sin que nadie te mire raro, en la capital del frikismo español, en Benidorm. El cartel es uno de los mejores que puedes encontrar para ponerte las pilas si lo que te gusta la música abierta en cuanto a estilo, pero con alma de rock ‘n roll, y ahí cabe de todo: desde el garage al soul, pasando por el punk y el pop más sucio. Todo ello aderezado por un desfile impresionante de personajes con ganas de fiesta, por una estupenda organización, un presentador gorila y unas go-go´s tremendas, entre las que destaca una ya habitual Trixie Malicious.
Hay un grupo que se encargó de abrir el festival el jueves a primera hora al que no me dio tiempo a ver, a mi pesar, se llaman Ardillas, son de Puerto Rico, declaran abiertamente la influencia que ejerce sobre su música el punk español de los ochenta, sobre todo el de bandas como Eskorbuto y comparten miembros con los Dávila 666, que por cierto parece ser que se han separado, o eso dicen los rumores. Lástima que yo no pudiera llegar hasta el viernes, una jornada que arrancó para mí con el saturadísimo concierto de los británicos Atomic Suplex, un nombre muy a tener en cuenta por los amantes del garage punk más marrano. El caso es que pillé el concierto a medias y no pude disfrutarlo todo lo que me hubiera gustado. Lo que realmente sí centró mi atención por primera vez en esa jornada fue el pop-punk de corte retro y baja fidelidad de Shannon and the clams. Con la primera cerveza en la mano y los tímpanos bien orientados se fija uno mejor en lo que está escuchando, y las canciones de “Sleep talk”, el último disco de estos americanos de Oakland, son de las que entran a la primera. Hay que decir que Shannon toca el bajo y ha escrito varias de las canciones para la banda de unos paisanos suyos, Hunx and his punx, otro de los grupos que se han dado a conocer en los últimos años por composiciones que mezclan sonidos cercanos al punk con melodías más bien poperas. Coinciden todos estos de Oakland en su aspecto peculiar y en su estética extravagante y casi de cómic. Aunque la discreción no es precisamente la tónica del Funtastic Drácula, ni falta que hace. Más discretos en su aspecto fueron Deke Dickerson y sus colegas, repasando el repertorio de los Ventures. Para mí fue una interesante revisión-transición, aunque el cuerpo me pedía algo más de distorsión y energía, y ahí estaban The Gravedigger V para darnos la dosis necesaria.
Aunque, para ser sinceros, la actuación que más esperaba yo del viernes era la de The Gories, uno de los grupos más influyentes de los formados a finales de los ochenta con todo aquello del revival garagero. Tras su separación, allá por el noventa y cuatro, dejaron tres discos y varios singles hasta que se volvieron a reunir en 2009. Tengo que reconocer que por edad, o por lo que sea, yo llegué a los Gories a través de los Dirtbombs. Historias aparte, el cierre conciertil de la jornada del viernes le correspondió a la formación original de los de Detroit y no defraudaron. Garage y rock´n roll primitivo, batería básica y dos guitarras. Sin bajo y con mucho feeling.
El sábado triunfaron las bandas españolas que pisaron el escenario del Funtastic. A mí, sin ir más lejos, me sorprendió gratamente el garage beat de los Phantom Keys, de los que había oído hablar más de una vez, pero la verdad es que nunca me había parado a escucharlos atentamente. Un directo sin altibajos, con mucha calidad y bastante divertido. Desde O Grove, en Galicia, con su primer LP bajo el brazo y unas cuantas maracas, inyectando energía al festival.
Sin miedo al contraste melódico (aquí reside una de las claves del éxito del Funtastic), llegó la divertida y cacofónica vuelta a los escenarios de los inclasificables Ulan Bator Trío, con sus instrumentos hechos con basura reciclada, su naturalidad aplastante y una ristra de éxitos bizarros como ‘Por el culo me dio un zombie’ o ‘Kalifornia’. Sin trampa ni cartón, ni melodía, claro…
Recién sodomizados por un zombie, y una vez el público estaba caliente, salieron vestidos de futbolistas unos solventes italianos, Giuda, que se marcaron un concierto muy contundente de rock´n roll con todos sus clichés bien ordenados y con un marcado toque glam en lo musical, aunque iban vestidos de futbolistas a la antigua, nada de pelos cardados ni purpurina, quien esté interesado que les pegue una escucha porque la verdad es que se lo hicieron muy bien en directo. Justo después, llegó otra de las propuestas nacionales que puso patas arriba literalmente el festival. Es lo que tiene el soul bien interpretado y con un público calentito como el que se encontraron The Excitements, banda formada en Barcelona con una energética cantante mozambiqueña que recuerda a los mejores años de Tina Turner. Koko Jean Davis, muy bien respaldada por sus excelentes músicos, se metió en el bolsillo a la gente y nadie pudo parar de bailar. Y eso que sobre todo tiran de clásicos del género, pero muy bien interpretados.
El fin de fiesta del sábado fue espectacular gracias a uno de los tropecientos proyectos paralelos de Deke Dickerson, que se pasó toda la noche junto a sus compañeros vestido de superhéroe y haciendo apología de la gordura, que es la temática principal de sus Go Nuts, que hicieron a todo el público protegerse con chubasqueros para recibir una auténtica lluvia de palomitas, pizzas, donuts y azúcar glass que lo dejó todo perdido. Claro, la gente, que ya llevaba unas cuantas en el cuerpo, encantada de la fiesta. Luego se tiraron los miembros del grupo a la piscina del festival y, claro, la misma gente, o casi, detrás. La música, que en realidad era lo de menos, tenía un rollo power pop divertido, con toques ramoneros en ocasiones y con una melodía pegadiza que de vez en cuando repetían como si fuera una sintonía de dibujos animados, ‘The fabulous Go Nuts theme’. Lo de Lidl Richard, que vino después en las alturas de la nave del misterio funtástica, lo tengo borroso, pero para mí que estuvo muy guapo…
Pues eso, que ha sido mi cuarto Funtastic y que sean muchos más. Un festival en el que empiezas bailando rock´n roll y acabas en una terraza bailando el Bimbó y arengando a los jubilados que pasan por la calle nunca puede ser un mal festival. Larga vida pues…