Como acostumbro a comenzar el periódico por las necrológicas -qué sección ofrece historias tan interesantes como la del último exorcista o el inventor del quebab-, me sorprendió a finales de octubre la muerte de un «cantante, actor y esquiador olímpico» (¿tantas cosas en una sola vida?), como titulaba El País, y un subtítulo que es por el que aparece en esta sección «el hijo de Rex Harrison -actorazo, entre otras pelis del musical My Fair Lady o La Huella con Michael Caine- ganó un Oscar interpretando Windmills of your mind».
Esta canción pertenece a El caso de Thomas Crown (1968) de Norman Jewison (director de los musicales El violinista en el tejado y Jesucristo Superstar y de películas inolvidables como En el calor de la noche y El rey del juego), cuya banda sonora es obra del francés Michel Legrand, uno de los compositores de cine más importantes, quien, tras triunfar en Francia con Jacques Demy, hizo carrera en Hollywood con directores como Mulligan, Eastwood o Norman Jewison, al que al final recordaremos -me temo- más por alguna canción concreta que por sus grandes películas: este Windmills of your mine o el Hurricane de Bob Dylan que se canta en su Huracán Carter.
Nada es prescindible en Thomas Crown: desde su banda sonara -en la que también se puede escuchar a Legrand- hasta su pareja de actores protagonistas Steve McQueen y Faye Dunaway (solo a Ali McGraw la veo con tanta química con Steve); esa intriga del gato y el ratón; el vestuario, algunos detalles icónicos: el puro y las gafas de sol de Steve; la manera de rodar: ya no es cine clásico, pero sus hallazgos pop no son efímeros como los de Stanley Donen en Arabesco, por poner otra película muy años 60 pero ahora desfasada.
Hace un tiempo sufrió un innecesario remake con Pierce Brosnan como Steve McQueen y Rene Russo como Faye Dunaway; aunque innecesaria puede verse; lo peor es que en lugar de Noel Harrison en su lugar canta Sting Windmills of your mind. Volvemos y nos despedimos con Noel Harrison, que confesaba que hasta mucho después no fue consciente de lo que había supuesto la canción que le dio oscar e inmortalidad, él murió con las botas puestas: es decir, al terminar un concierto. Su último concierto.